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ALICE MUNRO: LA GRAN MAESTRA DEL CUENTO (Entrevista a Olga Jornet)

OLGA JORNET

Profesora de Narrativa y de Cuento en la Escuela de Escritura del Ateneu Barcelonès.


El escritor y crítico argentino Alberto Manguel definió la aportación de Alice Munro a la Literatura, tras obtener esta el Premio Nobel de Literatura en 2013: “Las grandes obras de la literatura universal son vastos panoramas globales o minúsculos retratos de la vida cotidiana. Alice Munro es el genio indiscutible de éstos últimos, capaz de hacernos ver a través de una banal circunstancia toda la gama de nuestras pasiones y de nuestras pequeñas derrotas y victorias”.

A Alice Munro hay que leerla despacio. Discurre en sus cuentos el constante fluir de la vida, sus cambios inesperados, alegrías, dolor, la influencia del azar, pero como en todo cuento, siempre hay dos historias, la que observamos en la superficie y la que discurre paralelamente por debajo. Alice Munro, con estilo nítido no exento de enigmas, a través del recuerdo y la memoria, nos va proporcionando la llave para que al final nos miremos en el espejo e indaguemos sobre nuestra propia vida, acaso para que reflexionemos sobre si hubo o todavía puede haber otras vidas posibles.

Y para hablar del universo de Alice Munro hemos conversado con Olga Jornet. Ella imparte un curso monográfico sobre la escritora canadiense. Hemos percibido en la entrevista su admiración por Munro a la que ha dedicado muchas horas de estudio y a la considera actualmente su escritora preferida.

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142 RC. Podríamos empezar con una reflexión general sobre el cuento, sobre sus características principales.

En el cuento moderno tal como lo entendemos ahora, es decir, sin moraleja o voluntad didáctica, sino con una intención artística podríamos hablar de cinco características. La primera, claro, es la brevedad, que está relacionada con la intensidad ya que es la intensidad la que obliga al cuento a que sea breve. Por otro lado, hablamos también de sentido de unidad, ya que a diferencia de la novela que puede tener una trama principal y varias subtramas, el cuento trabaja un solo conflicto narrativo. Pero además de la historia que cuenta, genera también una emoción, sensación o sentimiento en el lector y eso es lo que llamamos efecto singular. La última característica, quizás la más importante de todas, es el subtexto. El cuento explica una historia explícitamente pero también está contando otra de manera implícita. Si seguimos la teoría del iceberg que planteó Hemingway, el cuento escrito, lo que leemos en palabras, es el 20 % y el 80 % de la historia está por debajo, sugerida, aludida.

142 RC. Salvando las distancias tendría cierta relación con los “haikus”.

Bueno, eso es porque el cuento está mucho más cerca de la poesía que de la novela en el sentido también de esencialidad y de capacidad de generar significado más allá de lo que dice explícitamente. Ricardo Piglia decía que el cuento siempre cuenta dos historias. Lo cual apunta, con otras palabras, a la teoría del iceberg de Hemingway que comentaba antes. La unión del efecto que produce en el lector más el tema sobre el que habla el cuento es lo que genera que esta segunda historia, como la llama Piglia, ese subtexto que no se cuenta pero se sugiere, salga a la luz. Por ejemplo, “El corazón delator” de Poe habla de la culpa desde un efecto concreto, el terror, y con esta unión el autor produce un significado que va más allá de los significados que pueden producir el tema y el efecto por separado.

Me viene a la cabeza el cuento de Juan José Arreola “La migala”, también un cuento de terror, pero en este caso el tema es la soledad. La sensación que produce en el lector no es de nostalgia, de tristeza o de dolor, emociones que podríamos asociar a la soledad, sino que trata el tema de la soledad a partir del terror. Y es que si lo pensamos, la soledad da mucho miedo. La suma de este efecto buscado más el tema del cuento, son la clave de la composición.

142 RC. ¿Podemos hablar de subgéneros dentro del ámbito del cuento?

Dentro del cuento, al igual que en la novela, hay dos grandes líneas que son el “realismo” y el “fantástico”. En el cuento, una línea Chéjov, por decirlo de alguna manera y una línea Poe. En España, quizá se ha cultivado más el género realista, no así en Latinoamérica donde se ha trabajado y se sigue haciendo, mucho y muy bien, el género fantástico. En estos momentos hay incluso un nuevo “boom” de cuentistas latinoamericanas, muchas se mueven en el fantástico o en sus fronteras y lo hacen extraordinariamente bien.

142.R.C. ¿Se trata de una herencia del realismo mágico?

En Latinoamérica tienen una tradición de cuento fantástico envidiable. El “realismo mágico”, lo “real maravilloso” son subgéneros también de lo fantástico. El terror, el gótico, la ciencia ficción son subgéneros. En España se ha trabajado más el cuento realista, con maravillosas excepciones, por supuesto. Y en Cataluña también, a pesar del realismo mágico de Pere Calders y otros autores. Pero la dictadura nos dejó con pocos referentes. Ahora está cambiando un poco la tendencia, se están empezando a dar a conocer autores jóvenes que escriben cuento fantástico. Pero si pensamos en el cuento en general, también es cierto que en el mercado editorial en España siempre se ha apostado más por la novela aunque me da la sensación de que ahora se está abriendo al cuento. El hecho de que cuento y novela ya no estén en colecciones distintas en las editoriales, sino bajo un sello de narrativa, favorece que se publiquen más libros de cuentos.

142 RC. ¿Cómo insertaríamos dentro de todo este panorama que has dibujado a Alice Munro?

Alice Munro es una rara avis dentro del cuento. La temática de sus cuentos es realista y es donde habría que ubicarla. Aunque hablar de realismo en Munro, sin más, sería simplificar demasiado. Munro cruza los límites del realismo moviéndose muchas veces en terrenos más misteriosos, enigmáticos y llenos de significado aunque lo que cuenta siga siendo realista. La primera recepción de su obra no fue muy buena, fue tildada de costumbrista por parte de la crítica, en un momento en que había más entusiasmo por otro tipo de obras. Pero en cuanto se pusieron a analizar un poco sus cuentos se dieron cuenta de que Munro rompe técnicamente muchos de los esquemas y de los convencionalismos del realismo, por ejemplo, en el uso que hace del tiempo. La técnica que utiliza para romper la cronología temporal está más cerca de autores fantásticos que de autores realistas. En este punto, si tuviese que mencionar a un autor la emparentaría más con Borges, por ejemplo, que con cualquier realista.

142 RC. ¿Podríamos hacer una analogía con Faulkner por encuadrarse muchos de sus cuentos en un marco localista?

Lo maravilloso de Munro es que no describe paisajes en un sentido físico sino más bien paisajes emocionales. Y en estos paisajes emocionales que ella crea uno se puede reconocer, aunque nunca haya estado en Canadá ni se haya criado en Ontario. El uso que ella hace de los concretos la universaliza. Cuanto más concreto sea el detalle más universal es su significación. Sabe captar y transmitir las esencias. Por ejemplo, si pensamos en la manera en que construye a sus personajes vemos que no hace descripciones físicas o psicológicas puras, sino que deja que el personaje se muestre a través de pequeñas situaciones. A través de ellas se destila esa esencia, que siempre es un misterio, del personaje. Recuerdo ahora la fantástica descripción de un personaje que hace Cortázar en “Casa tomada” cuando dice: “Irene era una chica nacida para no molestar a nadie”. Ahí está contenida toda la esencia del personaje. No hace falta más. Da igual de qué color sean sus ojos o cómo tenga el pelo porque solo con esa frase cortísima ya estás viendo a Irene. Cortázar te regala la esencia del personaje en muy pocas palabras. Munro deja que la deduzca el lector a partir de situaciones y experiencias del personaje que ella va colocando en el cuento para que vaya creciendo.

142 RC. A veces tengo la sensación con esta escritora de que hasta cierto punto el acto de escribir resultaba catártico para ella. Cuando publica “La vida de las mujeres” y un año después se divorcia, es como si en primer lugar le hubiese dado forma literaria antes de llevarlo a término.

Sí, aunque cabe decir que Munro siempre mantuvo buena relación con su primer esposo incluso tras el divorcio. Siguieron llevando durante un tiempo la librería que abrieron juntos en 1963, Munro’s Books, y que todavía existe aunque ahora está en un edificio mucho más grande en el centro de Victoria.

142 RC. Háblanos de los grandes temas en los cuentos de Munro.

La memoria es un tema muy importante para ella y no sólo en cuanto al hecho de recordar sino también técnicamente, en la forma que construye sus cuentos imitando los procesos de la memoria. Es algo muy difícil de hacer y sin embargo ella consigue un resultado muy natural. No es una escritora críptica. Los cuentos de Munro siempre se comprenden a la primera a pesar de tener una estructura interna compleja. Creo que hay un tema también, quizá una especie de obsesión, que es el de las vidas posibles, pensar en términos de “y si hubiera hecho, dicho…”, lo interesante es que no se lo preguntan conscientemente sino que el lector llega a ella a través de las situaciones que Munro expone. Hay muchas relaciones de pareja en sus cuentos en que el lector se da cuenta de que él o ella estarían mucho mejor con otro personaje de la historia, que con ese otro hubieran tenido una vida mucho más plena. Y de ahí surge esa pregunta implícita sobre las vidas posibles, Munro coloca en el cuento a ese otro personaje que de alguna manera hace la función de espejo. Pero Munro es muy versátil (ríe). Sus cuentos hablan del alma humana: del poder, del paso de la niñez a la edad adulta, de la incomprensión, del deseo, de la pérdida… Los temas de Munro son universales.

142 RC. ¿Dirías que aborda los cambios inesperados que se pueden producir a lo largo de toda una vida? Todo lo relacionado con el destino, la lucha por la vida, los deseos, lo imprevisible, el puro azar…

Sí. Lo imprevisible, el azar, juegan un papel importante en sus cuentos. Pero quizá no la idea de destino, de predestinación vital… Sus personajes carecen muchas veces de unos objetivos concretos más allá de vivir. Sencillamente se encuentran con situaciones. En este sentido, la idea de destino implicaría una línea de progreso o la idea de objetivo, puesto que los personajes estarían destinados a algo o desearían conseguir algo. En realidad, los personajes de Munro no cambian a lo largo del cuento, no cambian su esencia. No hay revelación, ni redención en un sentido pleno y muchas veces ni siquiera comprensión de lo que ha pasado o qué significa de verdad lo que ha pasado por parte del personaje. En cambio, el lector suele entender al final del cuento que el personaje continuará haciendo lo mismo aunque su situación haya cambiado. Y mientras el lector puede llegar a entender los porqués, da la sensación de que al personaje le costaría mucho conectar las situaciones que le han llevado a dónde está. Al acabar el cuento lector está en disposición de responder a preguntas que el personaje no podría atender.

142 RC. Pero son receptivos a los cambios…

Sí, pero la sensación es de que no les queda otra. No hay una lucha contra lo que sucede. El personaje no se plantea por qué pasan las cosas, si es o no responsable de ello o si podría haber hecho algo de otra manera. Sencillamente lo vive. Los personajes no se ponen a reflexionar, a dudar conscientemente, para tomar decisiones. El hecho de que Munro utilice narradores que narran un poco desde fuera, incluso cuando usa un narrador interno, es decir, un personaje de la historia, suele ser un narrador testigo, no el protagonista. Esto da una perspectiva más amplia al lector para poder entender el conflicto, de la que tiene el protagonista que es quién lo está viviendo. Así es el lector quien tiene los elementos para poder reflexionar, no el personaje.

142 RC. La concepción del tiempo es esencial en Alice Munro.

Cierto. La estrategia que utiliza para trabajar el tiempo en la historia es esencial en su obra. Ella misma dijo que concibe la vida como piezas separadas que no acaban de encajar nunca y esto es muy importante porque esa es la raíz de que Munro no construya los cuentos cronológicamente, sino de que rompa la consecución cronológica del tiempo, asimilándola a los procesos reales de la memoria. Cuando recordamos, no lo hacemos cronológicamente, en el recuerdo no hay un inicio, un desarrollo y un final, sino que los recuerdos nos vienen a la mente unidos por algo distinto al tiempo. Por eso antes decía que en cuanto a la concepción del tiempo emparentaría a Munro con Borges. Al igual que él, Munro no cree que haya una gramática común de la humanidad, es decir, que nos expliquemos a nosotros mismos a través de experiencias que se relacionan por causa-efecto transitando una línea temporal: yo hice algo en un momento que tuvo una consecuencia y esta consecuencia es la causa de otro algo y así sucesivamente desde que nacemos hasta que morimos. Pero no es que niegue que el tiempo se sucede, sino más bien el sentido de progresión que asociamos al tiempo. Es a partir de esto que los cuentos de Munro en su mayoría están construidos sobre tres tiempos. No me refiero a los tiempos verbales sino a los momentos, experiencias, escenas que aparecen en la historia. En sus cuentos juega con un pasado remoto, un pasado próximo y un presente en el que se desarrolla la acción del conflicto explícito, aquello que sucede y que vertebra el cuento. Lo interesante y ahí es donde está la técnica de Munro, es que con un arco temporal tan amplio si lo escribiera cronológicamente acabaría haciendo prácticamente una novela, una historia de vida del personaje. Por eso tiene que romper la cronología y en vez de unir los tres tiempos a través de qué pasó antes y qué pasó después, lo hace muy sutilmente a través de la significación de cada momento. Así ella puede empezar un cuento con una escena en el presente de la historia y en el párrafo siguiente saltar al pasado remoto y contar algo de la infancia que tiene una resonancia en el presente que acaba de mostrarnos. Rompe el tiempo todo el rato, se va de un momento a otro con años de diferencia porque sí que hay en la vida experiencias que están relacionadas pero no porque una haya pasado antes y la otra sea consecuencia directa de esta, sino porque hay algo que palpita de la misma forma en las dos, una especie de esencia común aunque cronológicamente puedan estar muy alejadas. Contado así, parece muy complejo y técnicamente lo es, pero la grandeza de Munro es que no importan los saltos temporales que dé en un cuento, el lector no se pierde nunca. Siempre sabe en qué momento de la historia está sin que ella tenga que marcarlo explícitamente al empezar los párrafos diciendo “dos días después” o “unos años antes”. Eso me parece maravilloso. La historia se sucede de una manera absolutamente natural. Y es que cuando recordamos estamos haciendo exactamente eso, rompemos el tiempo, asociamos un recuerdo con otro, muchas veces sin saber por qué, pero está claro que hay algo que los une. Es como si Munro reprodujera en su escritura estos procesos de la memoria y creo que es por eso que nos resulta tan clara y natural.

142 RC. Vamos a hablar de los finales en los cuentos de Munro.

Los finales de Munro son fantásticos. Nunca hace finales sorpresa. Nunca son abruptos. Te da la llave para abrir la puerta del subtexto, de esa historia que discurre bajo la superficie, de una manera muy fluida. Al final nos hace saber que todo lo que venía aconteciendo apuntaba hacia el mismo lugar, a decir algo concreto. Además, utilizar esa estructura no cronológica y ordenar los párrafos por significación, le permite trabajar sobre dos conflictos narrativos. Y esa es la originalidad de Munro. Por un lado, tenemos la historia que se cuenta, que es un conflicto narrativo explícito y que recae sobre el protagonista, pero por otro lado la historia la cuenta un narrador testigo o bien un narrador externo muy cercano a un personaje que no es el protagonista pero que participa de la acción. Desde este punto de vista más o menos periférico, puede construir un conflicto implícito que recae sobre el personaje que narra (si es un narrador testigo) o el más cercano al narrador (cuando narra en tercera persona). En los finales de Munro, antes de que llegue el último párrafo, el conflicto explícito, el que recae sobre el protagonista, está cerrado. Pero acto seguido, en el último párrafo, se concentra en el otro personaje, en el que narra, y aparece el conflicto implícito de este a la vez que te abre la puerta al tema del cuento, el subtexto. Esto deja una sensación de final abierto porque este personaje puede seguir, seguirá viviendo de la misma forma en que lo hacía y sigue viviendo también dentro del lector. Es casi como si plantase una semilla.

142 RC. No es un final conclusivo sino que más bien abre expectativas, invita a la reflexión…

No sé si diría que abre expectativas porque los misterios por resolver, los interrogantes concretos del lector, el qué pasará, ya ha sido despejado. Pero, sí, definitivamente invita a la reflexión. Ahora estoy pensando en un cuento muy bueno y muy duro a la vez, titulado “Dimensiones”, primer cuento del libro “Demasiada felicidad” en el que escribe sobre un maltrato y donde observamos cómo la escritora va más allá del hecho en sí mismo y descubrimos que, en realidad, el tema central gira en torno a las relaciones de poder. Esto nos lleva a reflexionar sobre lo que hay detrás de la violencia. Encontramos ahí una tristeza, un dolor, una culpa y finalmente el poder. El hecho de que te invite a una reflexión más profunda me parece enormemente interesante. Ella no se queda en la crítica de la violencia o en la denuncia, sino que profundiza en el porqué, en las condiciones que llevan a esa situación, qué tipo de relación hay entre estas dos personas y es ahí donde descubrimos que se trata de una relación de poder.

142 RC. Profundicemos sobre el tema de la temporalidad, esos saltos en el tiempo que son como pequeños fragmentos de la vida de la persona, suficientes para hacer la radiografía completa de toda una vida.

Lo que ella consigue mediante esos saltos, mediante la inserción de un párrafo en tiempo presente y después saltar a un pasado remoto es una sensación de lectura distinta. Uno, cuando lee a Munro, no va tirando del hilo de la historia, sino que produce un efecto como de “bola de nieve”, que empieza siendo pequeña y va creciendo. También puede compararse con las matrioshkas. Su obra comienza en un núcleo que va expandiéndose. Esta no es la sensación que suelen transmitir los cuentos cronológicos o anti cronológicos, donde en cualquier caso la temporalidad es lineal. Este no es su caso. Y además no suele trabajar con tiempos explícitos, sino más bien combinando lo cotidiano con lo anecdótico. Como decía antes, Munro no escribe “tres años antes” o “tres años después”. Su herramienta son los adverbios temporales: a veces, siempre, nunca, de vez en cuando. En cada momento vital que ella quiere reflejar en el cuento, habrá una situación, una escena, un acontecimiento que será el núcleo central y el lector recordará. Cuando pase a otro tiempo en el relato el lector será capaz sin ningún esfuerzo de situarlo en el tiempo adecuado.

142 RC. ¿Tu dirías que además de utilizar esta técnica narrativa del recuerdo y la memoria en relación al significado, que otra de sus herramientas fundamentales es el tema del matiz, del detalle, no sólo de lo físico, sino el detalle y la precisión de lo que es menos tangible? ¿El tema del matiz, como técnica, qué efecto crees que tiene en el lector?

Tiene efecto a varios niveles. Por un lado da verosimilitud y por otro ayuda a crear los significados. Ella, a cada gesto, a cada elemento descriptivo le va asociando un significado. Por otro lado, no es solo el significado que quiere transmitir sino la sensación, la atmósfera que genera. La atmósfera entendida como suma de descripción más sensación. De esta manera, mediante el detalle crea la significación de la que hemos hablado. El gesto es también es muy importante en su obra. En la mayoría de los casos se trata de gestos pequeños, mínimos. Después de haberte relatado que ha habido una discusión, un gesto como el de deshacerse el nudo de un delantal para acto seguido volver a anudárselo todavía más apretado, es significativo. Esos detalles insertados en cada uno de los párrafos tienen temperatura emocional. Un gesto semejante, de frustración, lo encontramos también en Edna O´Brien al final de un cuento titulado “La alfombra”. Es un simple gesto que de repente adquiere todo el sentido. Y hay que decir que la relectura de Munro es muy generosa, recomiendo mucho que se relea porque cada vez que relees un cuento te das cuenta de un detalle que te había pasado por alto y que está ligado a otro. La manera en que Munro va resignificando los detalles a lo largo del cuento y te los mantiene hasta el final es maravillosa.

142 RC. La mayoría de las protagonistas de sus cuentos son mujeres.

Es cierto, pero no creo que eso sea importante o que haya una voluntad concreta por parte de Munro. Cuando le preguntaron sobre por qué escribía sobre mujeres dijo que ella escribía sobre lo que conoce y ve y que efectivamente ella es mujer. En este sentido creo que podríamos hablar de mirada femenina en Munro en la misma medida que hablaríamos de una mirada masculina en Raymond Carver, por ejemplo.

142 RC. De alguna manera ella se hace eco de cómo viven sus protagonistas determinadas situaciones de su vida y por tanto aborda la situación específica de la mujer en el marco de un mundo patriarcal.

Es cierto que en su obra se da más visibilidad a las mujeres y los escenarios suelen ser cotidianos, la casa, la familia, y la relación de las mujeres con ellos tiene más peso… De hecho hay un cuento que se titula “El despacho”, en el que hace una reflexión en un párrafo sobre la identificación de la casa con la mujer, que es muy interesante. Pero aún así, no creo que haya una voluntad de reivindicación. Aunque sus protagonistas sean mayoritariamente mujeres, sus cuentos intentan profundizar en cuestiones del alma humana.

142 RC. Es cierto que las mujeres en la obra de Munro no tienen una actitud de combate o denuncia pero sí se percibe un deseo de salirse de su papel de madre y de esposa.

Sí, en algunos cuentos puede ser más patente que en otros. Pero me sigo resistiendo a la idea de que ese deseo se muestre en su obra a través de la lucha o del conflicto, sea activo o pasivo.

142 RC. ¿Qué es lo que realmente te motiva para dedicarle una parte de tu vida a esta autora dando clases específicas sobre su obra?

Muchas cosas (ríe). Más allá de la manera que tiene de construir sus cuentos, que me atrae muchísimo, quizá sea también que Munro te pone delante de un espejo en el que te puedes ver reflejado a la par que te abre una ventana para que veas otras cosas y que puedas entenderlas, incluso reconocerlas, aunque te resulten extrañas o a priori te provoquen rechazo. También la mirada que tiene sobre los personajes, nunca los intenta destruir, huye del efectismo, de los fuegos artificiales. Si bien es cierto que no es una escritora tierna sí creo que se acerca a sus personajes desde la ternura. Al final de la lectura uno tiene la sensación de haber aprendido algo, de haber roto algún prejuicio gracias al matiz. He pasado tantas horas con ella que la considero ya una amiga (ríe).

142 RC. ¿Le eres infiel con alguien a esta mujer?

¡Por supuesto! (ríe) Ahora me viene a la cabeza Serguéi Dovlátov, por ejemplo. Es una maravilla escribiendo relatos. Es divertido, irónico, tiene esa ironía nostálgica de alma rusa. Cuando acabo un libro suyo lo vuelvo a empezar de corrido. Incluso tres veces seguidas (ríe).



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