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LA RAZÓN POÉTICA DE MARIA ZAMBRANO. (Entrevista a Mercedes Gómez Blesa).

Acaba de instalarse en su nueva casa. Cajas todavía sin abrir, cuadros sin colgar. Conversamos en un rincón, junto al ventanal, iluminados por la claridad del atardecer segoviano.

Explica Sergio Pitol en “El arte de la fuga” que en la primavera de 1966 encontraba con frecuencia a María Zambrano en una trattoria que había convertido en su salón. “En torno a ella se sentaban hispanistas destacados, algunos intelectuales y visitantes españoles o latinoamericanos de paso por Roma”. “Relataba anécdotas de Cernuda o de Lezama Lima o de Prados, con quienes mantenía una cerrada correspondencia”. “No levantaba la voz, hablaba como en trance, aspiraba el cigarrillo, hacía una pausa para expiar el humo y en ese momento, antes de iniciar la siguiente frase, la atmósfera se cargaba de una intensidad casi intolerable; los jóvenes españoles parecían recorridos por una electricidad sagrada”. Las palabras de Sergio Pitol nos recuerdan el magnetismo de Maria Zambrano y su relación con los poetas.

La vinculación de Zambrano con la poesía es esencial pues, además de poeta, ha sido una de las grandes teóricas del conocimiento poético que ha servido de inspiración a numerosos autores tanto de la generación del 50 (José Ángel Valente, Jaime Gil de Biedma, María Victoria Atencia, Clara Janés) como de la de los novísimos (Pere Gimferrer, Jaime Siles, Antonio Colinas). De hecho rotula su propuesta filosófica como “razón poética”, como una razón apegada a la materialidad de las cosas que huye de todo abstraccionismo.

El legado que nos ha dejado como teórica de la labor poética es impagable para la literatura española. Un texto clave de Zambrano en relación con el tema que nos ocupa es “Filosofía y poesía”, ensayo en el que la autora analiza las estrechas y a veces tensas relaciones entre estos dos modos de conocimiento, condenados, según ella, a entenderse, si queremos dar una imagen completa del ser humano que reúna su razón y su corazón, el pensamiento y el sentimiento, como también decía Unamuno. Esta obra es una lectura obligada de todo poeta.

Hablaba María Zambrano de un saber hondamente necesitado, de un saber sobre el alma.

Hay un artículo suyo de 1934 titulado así, “Hacia un saber sobre el alma”, en el que hace una declaración de principios señalando la necesidad de intentar conocer, rescatar y gestionar los sentimientos, la dimensión pática del ser humano. Ello marca la distancia con su maestro Ortega y Gasset. De ahí la conocida anécdota que ella relató en numerosas ocasiones en la que Ortega, tras la lectura de ese artículo, vio la distancia que le separaba de su discípula al ir ella más allá de su “razón vital”.

María Zambrano señala la necesidad de que el hombre para comprenderse como ser humano necesita saber interpretar, conocer, sus sentimientos y, sobre todo, gestionarlos; es decir, la razón tiene que ser una gran aliada de las pasiones para dar una imagen, una comprensión íntegra del ser humano. El hombre no es solamente un ser racional sino como decía María Zambrano, que en esto sigue a Unamuno, primero percibimos la realidad a través del sentir y después reflexionamos sobre ese sentir; de ahí esa necesidad de saber sobre ellos, de saber entender la significación que tiene la oscura vida de los sentimientos que, durante muchos siglos, había sido descuidada por la tradición filosófica. En cierta manera María Zambrano recupera la psique, el punto de vista psicológico, en el ámbito de la filosofía.

¿Está conectado esto con algunas corrientes de la psicología que utilizan con frecuencia la expresión “inteligencia emocional”?

MGB. Sí. Realmente la actualidad de María Zambrano, sobre todo en relación con los últimos descubrimientos de la neurociencia y también por supuesto con toda la psicología de Goleman y otros sobre la inteligencia emocional, es obvia en tanto reclama esa necesidad de saber gestionar la vida del sentir, los sentimientos, para poder llegar a un equilibrio psicológico. Se adelantó casi cincuenta años a todas esas teorías actuales que reivindican esa necesidad de introspección y de conocimiento del propio sentir y sobre todo el saber gestionarlo de una manera adecuada para que no nos autodestruya, para que no vaya en contra de la propia persona. Yo creo que éste es unos de los aspectos más actuales del pensamiento de su filosofía.

¿Qué saber recibe María Zambrano de Ortega, Unamuno, Machado, la mística cristiana, la cábala, el sufismo?

Responder a eso requiere casi una tesis doctoral. No sé si voy a ser capaz de resumirlo de una manera breve y concisa. Yo creo que los grandes referentes de María Zambrano son Ortega y Unamuno. Los tres -ella, Unamuno y Ortega- se plantean el problema, la dialéctica entre la razón y el sentimiento. Unamuno considera que la realidad, el fondo de lo real, es irracional y que hay, por tanto, una dialéctica, una lucha irreconciliable entre la razón y el sentimiento, de ahí su razón trágica. Machado sin embargo sostiene lo contrario, que hay una conciliación entre la razón y el sentir que la propia Zambrano intuye como razón poética. De hecho podemos decir que Machado es el gran antecedente de María Zambrano. Y respecto a esta misma problemática Ortega plantea que siendo también la realidad algo irracional, sin embargo el hombre está movido a encontrar la esencia de lo real pero haciendo una reforma de los conceptos o categorías con los cuales hay que penetrar en la realidad. Por tanto para Ortega sigue siendo válida la razón como vía de conocimiento del mundo, por supuesto el concepto, aunque defiende que hay que buscar nuevas categorías de la vida para poder explicar la realidad radical que para él era un yo y sus circunstancias.

Unamuno, Machado y Ortega inspiran la solución que aporta María Zambrano -su razón poética-, que sigue la senda de Machado. Ella piensa que tiene que haber una unión, una reconciliación entre la razón y el sentimiento; la razón poética es una filosofía más amplia, más ancha que la tradicional de la metafísica, donde da cabida a un intento de comprensión de esa vida pática o vida del sentir.

La mística de cualquier religión tiene un esquema muy parecido, casi podríamos decir que existe un universal en el comportamiento de la mística y no hay grandes diferencias, sí en los matices, entre ellas. El esquema místico es siempre el mismo: un abandono, un vaciamiento, una anonadamiento que nos lleva a un vaciamiento interior para recibir la iluminación de la divinidad y encontrar la verdad. María Zambrano recibe mucha influencia de San Juan de la Cruz cuya vida y obra conoce siendo una niña gracias a su criada, que le conduce por primera vez a su sepulcro en la ciudad de Segovia, ese es su primer acercamiento al concepto de lo sagrado. A partir de ahí siente un enorme interés por el fenómeno de la mística y empieza a adentrarse en ese mundo. Lo que le aporta la mística a María Zambrano es la lucha de la razón con el límite del lenguaje. La palabra logos significa razón y lenguaje y la mística es siempre una lucha entre lo que se puede decir y lo que no puede ser dicho, lo que únicamente puede ser insinuado. La mística nos plantea los límites del lenguaje. La experiencia mística, el éxtasis místico no puede ser nombrado, es el propio límite del lenguaje, es lo que no puede ser dicho, solo puede ser sugerido de manera indirecta. La poesía mística, la mística de todos los tiempos, busca estrategias del lenguaje para poder insinuar o mostrar aquello que es inefable. Los quiebros del lenguaje, los oxímoron, los juegos lingüísticos que llevan a cabo los místicos inciden todos en ese punto, buscar con el lenguaje, nombrar lo que no puede ser dicho. Ese límite entre el lenguaje y lo que está más allá del lenguaje le permite también a Zambrano pensar acerca de lo que es la razón y lo que está más allá de la ella, sobre la relación entre la razón y lo irracional, entre la razón y el sentimiento, que sería ese lado irracional. La experiencia mística le sirve como entrenamiento o como ejemplo para enfrentarse a ese mismo límite, al límite entre la razón y su otro, lo contrario. Ese otro es lo inefable, lo que no se deja apresar en las redes del lenguaje, ni en las redes de la razón. Por eso dice siempre María Zambrano que el fondo de la razón es irracional, escapa al lenguaje y a la razón y hay que buscar otras vías para adentrarse en él.

El compromiso cívico es asimismo parte esencial de su vida, de su obra.

Ese compromiso cívico se da sobre todo en los primeros 40 o 50 años de su vida. Participó activamente en el derrocamiento de la monarquía de Alfonso XIII y en el advenimiento de la segunda República. Defendió al bando republicano que era el elegido democráticamente por el pueblo español frente al golpe de estado del bando franquista. Este compromiso tuvo un enorme coste personal, vivió un exilio que duró más de 45 años, y yo creo que a lo largo de su vida ese desengaño político y las terribles consecuencias, las dramáticas consecuencias que tuvo para ella, le condujeron a un tipo de filosofía donde busca más una salida, una salvación individual, más allá de todo proyecto colectivo. En ese sentido yo creo que sí evolucionó, que modificó el trato con lo social, con lo político, al final de su vida.

Estás apuntando la idea de que el exilio además de ser una circunstancia tan concreta, tan trágica, es una categoría filosófica.

En ella sí. De hecho podemos decir que el exilio marca un antes y un después en su filosofía. La experiencia del exilio marca tanto su pensamiento que podríamos decir que es un pensamiento del extravío, de ese estar fuera del mundo, de un sentirse “al otro lado de”. Es un concepto fundamental, no se puede entender el pensamiento de María Zambrano sin esa experiencia de vaciamiento, de extrañamiento, de separación de lo real.

Prologaste hace años la edición de “ Claros del bosque” en Ediciones Cátedra. Muchos te agradecemos ese prologo. No solo explicas lo necesario para adentrarse mejor en ese texto misterioso, mágico, sino que das las claves para entender el conjunto de su obra. Has vuelto a escribir la introducción a ese libro con motivo de la publicación de las obras completas de María Zambrano. Qué hermosa esa expresión, claros del bosque.

“Claros del bosque” es la obra que marca un antes y un después en la obra de María Zambrano, en su filosofía. “Claros del bosque” es la razón poética en marcha. En ese libro la razón poética toma cuerpo, se hace presente. Con “Claros del bosque” María Zambrano se despoja de la necesidad de argumentar, de dar razones, de explicar su pensamiento y de una manera indirecta lo expone a través de los símbolos y las metáforas. De ahí que su lenguaje sea mucho más críptico, mucho más hermético, porque es un lenguaje esencialmente poético basado en las metáforas y los símbolos, con toda la ambivalencia que supone la metáfora y el símbolo. Se trata de un texto que va dirigido a aquellas personas que están en la misma búsqueda espiritual que ella, que están en el comienzo de ese camino. Ella se presenta como guía espiritual, nos ofrece la mano para actuar de cicerone en el tránsito hacia la verdad, hacia el verdadero ser de cada uno de nosotros, pero indudablemente tiene que haber una previa complicidad entre el lector y la filósofa para poder transitar juntos el sendero que nos va a conducir al claro del bosque. El símbolo del claro hace referencia al vaciamiento místico, al despojamiento que tiene que llevarnos, como primera fase de todo proceso místico, a crear un vacío, un espacio interior, un claro donde pueda penetrar la luz divina, la luz de la verdad. Solamente cuando la persona logra hacer esa vacío en su interior está preparada para el advenimiento de la verdad, de la luz, de la iluminación. Es muy bonito cómo María Zambrano utiliza los espacios naturales, que para ella eran espacios cotidianos porque eran lugares por los que paseaba cerca de la cabaña de La pièce, cómo esos elementos de la naturaleza se convierten en elementos inspiradores de su pensamiento. Eso es algo que me gustaría remarcar, el pensamiento de María Zambrano a pesar de todo su hermetismo está fundamentado en su experiencia cotidiana, nace de lo que va viendo cada día; de hecho en “Claros del bosque” encontramos muchas metáforas que aluden a los animales, a las plantas que le rodean, animalillos del bosque , la cicuta de su ventana, la llama, la luna, la aurora: Todo ello nos remite a un pensamiento experiencial, arraigado en la vida.

Además de tu labor de investigadora de su obra has dedicado parte de tu tiempo a la divulgación de la misma, a impartir cursos sobre su filosofía. Háblanos de esa faceta de tu actividad.

MGB. Suele ocurrir que a las personas que asisten a mis cursos para conocer su obra leen a María Zambrano, les encanta la música de su palabra, el ritmo de su pensamiento, pero tienen verdaderas dificultades para comprender qué hay detrás de esa música. Suelen ser personas con una especial sensibilidad, que están en una búsqueda espiritual. Las viejas religiones han dejado de dar soluciones a esa búsqueda y la gente está ávida de conocimiento espiritual. La obra de María Zambrano les ayuda porque su filosofía va más allá de la mera racionalidad. Ella plantea la filosofía como una forma de vida, como un saber de experiencia que nos permite afrontar los dilemas existenciales a los que nos enfrentamos a lo largo de nuestra vida. Su filosofía no es intelectualista, no pretende la búsqueda de una verdad racional sino el descubrimiento de nuestro propio ser, de nuestra propia verdad, y eso solamente nace de una experiencia íntima, entrañada, de uno consigo mismo, de un proceso de introspección donde vamos abandonando los miedos, vamos adentrándonos en ese maravilloso espacio que es nuestro interior y ahí buceamos y nos reconciliamos con nuestro propio ser y con el ser del mundo. María Zambrano busca la quietud, la coincidencia con lo real, la religación –de ahí esa cercanía que mantiene con la religión, palabra que viene de religar, estar unido con-; su filosofía nos pone en armonía con el universo, nos propone hacer las paces con el mundo. La quietud, el equilibrio y ese amar lo que se tiene en torno, esa compasión hacia el que está en otro plano vital u ontológico distinto del nuestro, del ser humano, es la gran aportación de María Zambrano.





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