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FIÓDOR DOSTOYEVSKI, EL VISIONARIO TORTURADO




ENTREVISTA A XENIA DYAKONOVA (Texto de Ferran González)

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Decía George Steiner que Dostoyevski usaba la enfermedad como instrumento de percepción, viendo la realidad de forma más aguda e intensificada. Un “don misterioso”, nos cuenta Xenia Dyakonova.

Conversamos sobre este genio de la literatura universal, psicólogo, sociólogo, moralista, pero ante todo un gran contador de historias, un novelista. Xenia nos habla de la ambivalencia de los personajes de sus novelas, de sus contradicciones, de ese forcejeo entre el bien y el mal que anida en sus corazones. Dostoyevski nos descubre y nos retrata el alma humana, con sus luces y sus sombras.


142 RC. ¿Qué supusieron la enfermedad y el sufrimiento en la vida, el pensamiento y la obra de Dostoyevski?

Es cierto que en su biografía parece que todo son desgracias y acontecimientos dramáticos. Lo asombroso es hasta qué punto sabe sacar beneficio de las experiencias más dolorosas. Por un lado, Dostoyevski es epiléptico. Por otro lado, a los veintiocho años es condenado a muerte, indultado y luego condenado a cuatro años de presidio en Siberia, por pertenecer al círculo Petrashevski, una asociación clandestina, de carácter liberal, que propagaba las ideas de los socialistas utópicos. En el presidio vive muchas humillaciones, miseria, dolor físico por tener que llevar los grilletes puestos incluso de noche. ¿Cómo es posible sobreponerse a eso?, y resulta que precisamente allí, en esas condiciones que parecen a veces infrahumanas, encuentra lo que después le servirá de inspiración para muchos personajes de Crimen y castigo o de Los hermanos Karamazov. Allí encuentra a unos personajes, a unos representantes, como dice él, del carácter ruso, muy variados, que no había encontrado nunca antes en la vida “normal”. Allí aprende sobre el ser humano más que en ningún lado. Te recomiendo, por cierto, un libro maravilloso de George Steiner que se llama Tolstói o Dostoyevski. Steiner hace comparaciones muy sutiles entre estos dos autores en este volumen, que es una gran aportación a un debate como quien dice eterno. Desde hace mucho tiempo los lectores rusos y rusófilos tienen esa discusión entre ellos acerca de quién es mejor, quien nos gusta más, quien responde más a nuestras necesidades interiores, si Tolstói o Dostoyevski.

142 RC. ¿Y quién gana la batalla?

(Risas) Depende de cada uno, yo diría, generalizando mucho, que actualmente Tolstói tiene más adeptos, pero bueno, después hay gente que dice “ni Tolstói ni Dostoyevski sino Chéjov”, porque Chéjov siempre es como el hermano menor, que no lo debería ser, porque en realidad es un escritor igual de enorme, pero por el hecho de que no escribía novelas ya es como si hiciera cosas menos importantes. Sí, son discusiones fascinantes, y a veces te puedes encontrar con gente que puede estar así horas y horas dándole vueltas y aportando argumentos muy bien justificados a favor o en contra de su preferido. Ese libro de Steiner es muy interesante para poder sacar lo mejor de cada uno de ellos. Lo que dice Steiner sobre el sufrimiento y la enfermedad en Dostoyevski es que, en realidad, los ataques de epilepsia tampoco eran tan frecuentes en su vida, ni le imposibilitaba tener una salud, una energía y un vigor que le permitía escribir mucho y muy de prisa; más bien usa la enfermedad como un instrumento de percepción, que a través de la enfermedad ve la realidad de una manera más intensificada, tiene una visión más aguda de las cosas. Ciertamente, en “El idiota”, por ejemplo, salen descripciones de los ataques de epilepsia del protagonista, que es el Príncipe Myshkin, y se alude al hecho de que aunque, evidentemente, lo pasa fatal cuando tiene un ataque, a la vez lo vive como una especie de iluminación, como una especie de experiencia mística, y es esa la doble condición de la enfermedad. Es un castigo, una maldición, y a la vez un don misterioso, como una especie de predisposición a una visión más lúcida. Yo creo que en “El idiota” es donde más se ve esa relación ambivalente con la enfermedad.

142 RC. Dostoyevski no ocultaba para nada el hecho de que tuviera esos ataques de epilepsia, es decir, hablaba con absoluta naturalidad de ello.

Sí, sí, yo creo que eso también responde a un espíritu muy sincero de Dostoyevski. Muchos de sus personajes, que son, en realidad, facetas de él mismo, de su propia personalidad, dicen, en un momento u otro, una frase como “puedo hacer cualquier cosa pero no puedo mentir o no quiero mentir”. Dostoyevski puede ser desagradable, cruel, maniático, pero mentiroso no. Y ahora también me ha venido a la cabeza una observación de Tolstói muy curiosa sobre el papel de la enfermedad en “El idiota”. Tolstói tenía una relación de amor y odio con Dostoyevski. De hecho, no se conocieron nunca, aunque no les faltaron ocasiones, pero yo creo que ellos mismos prefirieron leerse y admirarse u odiarse a distancia, no quisieron coincidir en persona. Dice Tolstói que “El idiota” es una gran novela, sobre todo porque el Príncipe Myshkin es un gran personaje, casi como si fuera Jesucristo, con una especie de bondad y pureza del alma absoluta que resulta convincente tal y como la retrata Dostoyevski. Pero sigue diciendo Tolstói que lo que hubiera sido realmente grandioso, todavía más grandioso, es crear un personaje como el Príncipe Myshkin, es decir, un ser bondadoso, puro, honesto casi al cien por cien, que no estuviera enfermo. Es decir: ¿es posible que alguien sea tan y tan bondadoso y tan puro si no está enfermo? Yo aún estoy buscando en otras novelas de otros autores a ver si aparece algún personaje bondadoso de verdad y a la vez sano, y que esa combinación sea convincente; y todavía no he encontrado ninguno.

142 RC. André Gide, uno de los primeros autores franceses que valoró la obra de Dostoyevski, escribió que la salvación solo la imagina (Dostoyevski) si el individuo renuncia a sí mismo, dándonos a entender que está más cerca de Dios cuando alcanza la angustia más extrema.

Yo creo que la filosofía de Dostoyevski es la filosofía de sus personajes. Él mismo no se manifiesta de una manera directa. En el “Diario de un escritor” sí que habla de él, pero muchas de sus ideas más importantes nos llegan a través de los personajes. Uno que reflexiona mucho sobre Dios y sobre la relación del hombre con Dios es Iván Karamazov, el hermano más intelectual de los tres (o de los cuatro, porque hay uno que es bastardo y que también está allí). Iván Karamazov sí que reflexiona mucho sobre el papel del sufrimiento en el mundo, se enfrenta con la idea de Dios, no acepta a ese Dios que permite que haya tanta injusticia en el mundo y sí que se siente angustiado en el sentido de que no encuentra una manera de aceptar el mundo tal y como es. Por otro lado, parece que sienta una necesidad de Dios, o sea, lo rechaza, pero a la vez lo necesita. Creo que es una contradicción presente en muchos personajes de Dostoyevski. Si te fijas, incluso el protagonista de su novela “Memorias del subsuelo ”, que parece que sea su personaje más escéptico, más nihilista, un hombre desvinculado del mundo que solamente piensa en su libertad individual, incluso él, en la primera versión de la obra que Dostoyevski entregó a su editor, a pesar de todo necesitaba a Dios, necesitaba la fe para poder sobrevivir, y la frase en la que lo decía abiertamente, no se sabe por qué, fue eliminada por la censura. En principio, la censura zarista, en una sociedad marcada por la Iglesia ortodoxa, no tendría por qué eliminar ningún elemento religioso, pero fíjate hasta qué punto la censura también influye en la historia de la literatura, o sea, ese personaje se convierte en algo todavía más cínico, desvinculado de cualquier fuerza vital poderosa del mundo. La censura lo convierte en un descreído para siempre, y así se queda para la posteridad, y no lo es, no lo era en principio.

142 RC. A pesar del sufrimiento, manifestaba en algunas de sus cartas que se sentía feliz, resurgía de forma constante el optimismo a pesar de todas las situaciones adversas (fallecimiento de esposa y de una hija, su epilepsia, los años de deportación en Siberia).

Sí, sí, no sé si lo definiría como optimismo… Podríamos hacer un largo debate ahora, si tuviéramos a un par de rusos barbudos, serios y documentados al lado, y esto podría ser una discusión de cuatro horas... pero yo creo que a lo mejor eso que tú dices, esa actitud, tiene que ver sobre todo con su fe, con su sentimiento religioso. En el “Diario de un escritor” hay un pasaje en el que dice que cree en la inmortalidad del alma, considera que no tiene ningún sentido amar a los demás si no crees en la inmortalidad del alma, porque si crees que después de la vida no hay nada, ¿qué sentido tiene amar al prójimo y darle importancia al ser humano, que viene a la tierra para desaparecer enseguida? Solo esa fe en la inmortalidad del alma que que nos espera en el más allá, o en alguna transformación que va a sufrir nuestra alma después de la muerte, solo eso justifica el amor al prójimo. Y después también hay una frase misteriosa que se cita mucho de Dostoyevski... y que en Rusia incluso a los alumnos de bachillerato a veces se les tortura haciendo que reflexionen por escrito sobre ella: “La belleza salvará el mundo”. ¿Qué significa eso? ¿Qué quería decir él con esas palabras? Hay gente que dice que a lo mejor se refería al arte, a la belleza que hay en el arte: es esa belleza que puede dar sentido a la vida humana, la que, a la larga, puede hacer que la vida del ser humano no sea un desastre absoluto. O quizás se refería al amor, en el sentido más amplio de la palabra, a la belleza de un amor noble y abnegado, como el que siente Aliosha Karamázov por Lisa, su prometida paralítica.


142 RC. Psicólogo, sociólogo, moralista, novelista. ¿Tú consideras a Dostoyevski un pensador?

Es una buena pregunta. Yo creo que sí. Por encima de todo es un gran escritor, un gran creador de historias y de personajes y de relaciones entre personajes. Sus novelas se mueven como si fueran obras de teatro, por la relación que se crea entre los personajes. También hay cierta filosofía que Dostoyevski pone en boca de sus personajes y que recibimos en dosis homeopáticas, porque son los personajes los que en algunos momentos de iluminación, de visión aguda, reflexionan sobre las grandes preguntas de la vida. Hay ideas que se han comentado infinitas veces: por ejemplo, en “Los hermanos Karamazov” se dice que si no hay Dios, todo está permitido. Esa idea de que necesitamos a Dios para que no todo esté permitido, para que no podamos matar, robar y hacer lo que nos dé la gana, o sea que Dios es una ley necesaria.

En una mente tan compleja y sofisticada como la de Dostoyevski podían convivir ideas e impulsos muy diferentes, atribuidos a diferentes personajes. Por un lado tenemos, por ejemplo, el personaje de Raskólnikov, de “Crimen y castigo”, que está convencido de que tiene derecho a violar la ley y la moral cristiana, y puede permitirse matar a una vieja usurera porque es asquerosa y solo contribuye a multiplicar el mal en el mundo y él, si sabe que esto es así y si tiene una soberanía intelectual que le permite verlo claro, pues tiene derecho a eliminarla. O sea, la convicción de que puedes matar en aras de un ideal superior. Por otro lado hay una idea totalmente contraria a esa, que sale en “Los hermanos Karamazov”, aquí tengo la cita incluso, porque es que hay que decirlo con las palabras que le pone él (y que traduzco improvisadamente): “¿Podemos justificar nuestro mundo, nuestra felicidad, incluso nuestra armonía eterna si en su nombre, para fortalecer su fundación, tiene que derramarse una única y pequeña lágrima de un niño inocente?” Y la respuesta del propio autor es “no”, esa lágrima no justificaría ningún progreso, ninguna revolución, ninguna guerra, esa lágrima siempre pesará más, solo esa pequeña lágrima. Son ideas contrarias pero la gracia es que salen de la misma mente. Yo creo que si Dostoyevski se hubiera dedicado a escribir tratados filosóficos, sería insoportable, la gracia es que esas píldoras morales están repartidas de una manera muy prudente entre los personajes que forman parte del tejido orgánico de la novela.

142 RC. Supongo que él también pensaría que conviven diversas almas en la misma persona, almas muchas veces que están en contradicción o en oposición, una cosa y la contraria, y que eso forma parte realmente de la condición humana.

Sí, claro, justamente hay muchos personajes suyos que son ambivalentes, que tienen una bondad aparente y por detrás puede que aceche la crueldad y la violencia. En “El idiota”, como decíamos antes, el Príncipe Myshkin es, la bondad personificada, y parece que sea incapaz de hacerle daño a nadie, pero hay un momento de la novela en el que, justo cuando tiene que causar buena impresión a los padres de su novia, de repente como que “se le va la olla”, dicho mal y pronto, y suelta un discurso vehemente, siniestro, xenófobo, y dices ¿cómo puede ser que en ese ser bondadoso haya también ese fondo de maldad?, y sí, resulta que el personaje es todavía más convincente, más sólido, porque tiene esas contradicciones y puede tener reacciones imprevisibles.

142 RC. ¿Cuáles serían para ti las obras esenciales de Dostoyevski?

Para mí las tres mejores son “Crimen y castigo”, “El idiota” y “Los hermanos Karamazov”. Tienen una cosa en común que es el tema de la culpa. De hecho, ahora me viene a la cabeza una frase de Proust, muy ocurrente: decía que todas las novelas de Dostoyevski se podrían titular “Crimen y castigo”, que serviría para todas las novelas, porque en el fondo es su gran tema. En “Crimen y castigo” están ahí todas esas reflexiones profundas sobre qué consideramos “criminal” y por qué, qué representa la ley para nosotros y si tenemos algún motivo, alguna justificación para violarla, y después todo el tema del remordimiento, del arrepentimiento del personaje. Después, en “Los hermanos Karamazov”, hay el tema del deseo oculto de los tres hermanos de matar al padre, que es un asco de ser humano. Hay dos que lo manifiestan de una manera explícita y hay uno, que también es el más bondadoso, el más puro, que no lo dice, pero se intuye que también en su inconsciente podría estar, y seguramente está, ese deseo, que no se atrevería nunca a confesarse a sí mismo. En “El idiota” no sé si el tema de la culpa es tan evidente, pero yo creo que implícitamente también está y allí, de hecho, también se describe esa experiencia real que tuvo Dostoyevski, como tú sabes, de la ejecución fallida, de que lo tenían que ejecutar pero en el último momento llegó el indulto, y entonces vivió el horror de un condenado a muerte y después vivió la resurrección inesperada. Aquí está todo el tema moral y religioso de hasta qué punto uno siente que si ha sido condenado a muerte es por algo. Yo creo que en esas tres obras ese gran tema de Dostoyevski está muy bien analizado y aparte, los personajes de “Crimen y castigo”, “Los hermanos Karamázov” y “El idiota” son personajes inolvidables, de tan bien construidos. Es decir, en el plano de la realidad serían inverosímiles, pero en el plano de la ficción funcionan de maravilla.



142 RC. André Gide decía que los personajes de Dostoyevski “están siempre en proceso de formación, siempre intentando escapar de la sombra”.

Quizás tenga que ver con ese lado oscuro del corazón humano que es un tema central en Dostoyevski. Todos sus personajes, incluso los más luminosos, tienen un lado oscuro, y es allí donde se cifra el enigma de su personalidad.

Es asombroso que el personaje de Aliosha Karamazov, el hermano más bondadoso, puro, religioso, abnegado, que vive para los demás y no para sí mismo, en un esquema que Dostoyevski hizo de lo que sería la próxima parte de la novela, y que al final no salió, ese personaje tenía que convertirse en terrorista, tenía que, un buen día, coger una bomba e intentar matar al Zar, precisamente este chico tan inocente, tan puro. Es algo que sabemos porque se han conservado los borradores de Dostoyevski; en la novela no está, pero en la mente del creador sí que estaba. Lo interesante es que siempre hay ese forcejeo entre el bien y el mal en el corazón de sus personajes.

142 RC. No hay nada humano que le sea ajeno.

Su gran modelo era Shakespeare, y de allí viene también su teatralidad. Las relaciones humanas, la soledad y la incomunicación que siempre acechan al ser humano, el peligro de la incomprensión total por parte de los demás, todo eso está allí siempre. La parte ornamental de la escritura no le interesa. Lo que le interesa es el corazón humano y las relaciones entre esos diferentes corazones o entre esos diferentes lados de cada corazón; lo que podemos hacer y lo que no podemos hacer; lo que se nos permite y lo que no se nos permite; la duda de si necesitamos a Dios para controlar los impulsos de nuestra maldad inconsciente, y de si hay algo que nos permita “legalmente” o “moralmente” poner en práctica esa maldad, o bien la tenemos que reprimir siempre. Ese tema complejo también arraigó y fructificó en el pensamiento de Freud. Hablando del “complejo de Edipo”, apelaba al testimonio de los hermanos Karamázov para justificar la existencia del deseo inconsciente de matar al padre.

142 RC. En Dostoyevski priman las relaciones del individuo consigo mismo o con Dios por encima de las relaciones, digamos, sociales, las relaciones entre los hombres.

Sí, bueno, lo que dices de la vida del individuo por encima de las relaciones sociales sin duda es así, porque sus personajes buscan el sentido de la vida, una justificación para su existencia: ese sentido profundo no puede venir desde fuera, lo tienen que encontrar dentro de sí mismos. La sociedad solo puede apartarlos, solo puede ser una tentación, algo que los puede llevar por el mal camino, por el camino de hacer carrera, de querer prosperar, etcétera, que nada tiene que ver con el desarrollo espiritual que anhelan.



142 RC. ¿Tú crees que hay aspectos que tienen que ver con el “alma rusa” que de alguna manera están ahí presentes y que sería necesario entender para comprender mucho mejor su obra?

Personalmente me gusta más hablar del carácter ruso, porque ese es el término que usa Dostoyevski. Es de los pocos escritores que ha sabido decir cosas muy concretas y muy sabias sobre esos rasgos del carácter nacional, si es que existen. Esa tendencia que tienen muchos personajes de Dostoyevski de autodenigrarse, de autohumillarse y de acusarse a ellos mismos, esa especie de placer perverso de regodearse en la propia miseria, yo no sé si realmente es algo más propio de los rusos que de los demás, pero sí que cuando lo encuentras en Dostoyevski, piensas, “ostras”, ha sabido fijar algo importante, algo real, algo que existe. Te das cuenta de que en alguna ocasión de tu vida te has encontrado con esa actitud. También describe muy bien la autocomplacencia de alguien que confiesa que ha pecado, que ha cometido un acto terrible, pero parece que disfrute a la vez de su propia maldad y de su arrepentimiento, y que el hecho de exponerse “desnudo” al juicio de la gente le proporcione cierta satisfacción morbosa. En “El idiota” hay una escena muy representativa en ese sentido: todos los personajes están en casa de un aristócrata o de un General, no recuerdo ahora mismo, sentados en la mesa, y entonces, para pasar el rato, un personaje secundario les propone a todos que cada uno explique cuál ha sido la acción más vil y más malvada que ha cometido en su vida, y eso es como un entretenimiento de sobremesa.

Quería comentarte algo que me parece muy significativo. Mucha gente no ha leído a Kafka pero sabe perfectamente a qué nos referimos cuando hablamos de una “situación kafkiana”, una situación absurda, angustiosa y siniestra. “Kafkiano” es un adjetivo que todo el mundo o mucha gente sabe interpretar sin haberlo leído a él. Pues en el caso de Dostoyevski, sobre todo entre lectores rusos, y cuando digo lectores rusos me refiero a gente que quizás solo lo ha leído en la escuela a trocitos y que no lo conoce mucho, para un lector ruso medio, también existe algo como una “situación dostoyevskiana”, todo el mundo más o menos sabe lo que es. Para ponerte un ejemplo, te puedo citar una situación que viví hace poco cuando estuve hablando con los socios de una editorial que me publicó un libro. Uno de los editores me decía: “Mira, te tengo que confesar un gran error por mi parte, fui yo quien recibió el primer correo que nos enviaste proponiéndonos que publicáramos tu libro y no te lo contesté, no sé qué pasó, si en ese momento alguien me llamó por teléfono, total, que tuviste que esperar medio año”... Y es verdad que tuve que esperar medio año la respuesta, pero en esa confesión que era, además, como muy expresiva, y no era ruso el chico que me lo decía, en ese deseo de sincerarse, de confesar esa gran falta, ese gran error, esa gran injusticia que se ha cometido contra uno, había algo dostoyevskiano... Le ponía como mucho énfasis y mucho teatro a eso, y yo pensaba: “Es que estoy en una novela de Dostoyevski” (risas)... Pero bueno, quiero decir que no es algo meramente del carácter ruso lo que fija Dostoyevski, sino algo propio de la naturaleza humana.

142 RC. Háblame un poco de las convicciones religiosas de Dostoyevski.

La lectura y meditación del Evangelio fueron importantes para él. Es curioso que precisamente durante los años del presidio de Siberia es cuando se vuelve más conservador y se acerca más a la Iglesia ortodoxa. Intuitivamente uno piensa que tendría que ser al revés, que los años de encarcelamiento tendrían que potenciar un espíritu más rebelde, y en su caso es al revés. El Evangelio, que lee en el presidio, es algo que le da fuerza para seguir vivo y no derrumbarse; allí encuentra alimento para su intelecto y para su espíritu y también un consuelo. Fíjate que en “Crimen y castigo” la culminación de la novela es la escena del protagonista, Raskólnikov, y la chica con la que se acabará casando, que antes había sido prostituta. Están leyendo juntos el Evangelio, y Dostoyevski dice, con mucho patetismo: “¡Allí estaban el asesino y la prostituta leyendo juntos el Evangelio!”, como queriendo decir que incluso en esas personas, que para la sociedad son la escoria, incluso en ellas el Evangelio puede tener un efecto milagroso. Puede cambiar sus vidas, puede devolverlos al camino de la virtud. Allí está la idea de la resurrección moral a través de la lectura del Evangelio, y esa transformación también la sufren algunos personajes de Tolstói.

142 RC. ¿Cuál es la vigencia de la obra de Dostoyevski, el legado principal que nos ha dejado? ¿Qué nos aporta su lectura?

Hay que destacar la inmensa influencia que ha tenido no solo en la literatura sino también en el pensamiento posterior, en Nietzsche, en Freud, en Kafka. Y no sólo influyó en la literatura y en la filosofía. Cuando al gran cineasta polaco Krzysztof Kieślowski le preguntaron cuáles eran sus directores de cine preferidos, dijo: “Shakespeare, Dostoyevski, Kafka”. Merece la pena leer a Dostoyevski para disfrutar de sus historias, para dejarse llevar por la locura de sus personajes, que en algunos casos parece visionaria, y también para saber lo que hay en el fondo de nosotros. A mí se me ocurre la metáfora de alguien que hace submarinismo: se asoma a las profundidades del mar y ve un montón de cosas que ni se le habrían ocurrido. Eses es Dostoyevski: bucea en el corazón humano, descubre todo lo que hay allí y nos lo muestra, a veces con tristeza, a veces con una sonrisa pícara.

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