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WALT WHITMAN: EL DIOS MÁS PODEROSO.Entrevista a Toni Montesinos.



Texto de Ferran González.



Autor de cuatro novelas, poeta, ensayista y crítico literario, Toni Montesinos (Barcelona, 1972) ha publicado recientemente una magnífica biografía de Walt Whitman (El dios más poderoso: vida de Walt Whitman. Editorial Ariel, 2019) e imparte el curso “Emerson, Thoreau y Whitman y el arte de vivir” en la Escola d’Escriptura de l’Ateneu Barcelonès.

Conversar con Toni Montesinos acerca de la vida y la obra de Whitman es un privilegio. Nos internamos, de su mano, en el universo de Walt Whitman, el poeta del cuerpo y del alma, de la libertad y la sensualidad, el autor de “Hojas de hierba”.


Creo que una hoja de hierba, no es menos que el día de trabajo de las estrellas, y que una hormiga es perfecta, y un grano de arena, y el huevo del régulo, son igualmente perfectos, y que la rana es una obra maestra, digna de los señalados, y que la zarzamora podría adornar, los salones del paraíso, y que la articulación más pequeña de mi mano, avergüenza a las máquinas, y que la vaca que pasta, con su cabeza gacha, supera todas las estatuas, y que un ratón es milagro suficiente, como para hacer dudar, a seis trillones de infieles.

(Fragmento del poemario Hojas de hierba, Walt Whitman)



En un momento determinado de tu vida te decides a hacer la biografía de Walt Whitman. ¿Por qué?, ¿por qué Walt Whitman y no cualquier otro? ¿qué te llevó a ello?

Hice una visita a Boston y a Concord, el pueblo donde vivió Henry David Thoreau, escribí una biografía sobre Thoreau hace tres años y entonces contacté con una época, con todo un mundo que me interesó sobremanera: el de Estados Unidos en el siglo XIX, a mediados más o menos, en que explota el pensamiento, la poesía, el ensayo, los textos sobre viajes… con ciertas voces cumbre, una de ellas la de Whitman, al que conocía desde muy joven. Y por una feliz coincidencia editorial, con motivo del bicentenario de su nacimiento, me surge la posibilidad de extender mi investigación a un autor que siempre me había interesado muchísimo. Me metí de pleno en la vida y obra de Whitman, con ese tono de ensayo biográfico en el que lo ensayístico, la reflexión y la vida del autor se funden, se confunden, porque yo analizo tanto una cosa como la otra a partir del contexto sociohistórico y también socioliterario.

Whitman fue periodista y narrador.

Si, lo curioso es que conocemos a Whitman como poeta obviamente, seguramente la voz poética más importante de los últimos 200 años en todo el mundo, lo que pasa es que ese Whitman es tardío, él empieza a publicar poesía tardíamente, la poesía que nos interesa, la poesía importante de él empieza tarde aunque ha hecho ya sus pinitos, pero desde el punto de vista de la poética estándar, las rimas consabidas y estilos muy fundados en otros autores que él admiraba. Ese poeta existe porque antes hay un periodista y hay un narrador, si no sería imposible, ¿por qué?, porque los temas que va a tratar como periodista o como novelista los va a llevar después a la poesía, cuando encuentre su voz poética y eso ocurre cuando publica la primera edición de “Hojas de hierba” con el célebre poema extenso “Canto a mí mismo”. Digamos que ese poeta viene después de un ensayo, de un entrenamiento como narrador y como articulista. Y sin ese aprendizaje no se entiende su poesía, por eso es tan importante conocer las entretelas de los antecedentes de Whitman para conocer después en mayor medida su poesía y como él transforma la poesía moderna.

Fue una trayectoria, la de periodista y narrador, donde tuvo muchísimas trabas, muchísimos rechazos.

Hay de todo en eso. Él cambiaba muchas veces de medio de comunicación, se dice que algunos lo echaron. Publicaba de todo, desde artículos sobre cementerios hasta consejos para una buena alimentación y mucha crónica social, por eso tuvimos a ese Whitman solidario, a ese Whitman sensible, porque se hizo eco de las penalidades de las gentes más vulnerables, de las mujeres o de los niños empobrecidos, de los alcohólicos. Y esto lo extiende a la vena literaria que le surge, de manera bastante no diré mediocre pero sí sin pena ni gloria, que son una serie de narraciones que publica en los medios en los que colaboraba. Es un periodista y un narrador, y después va a surgir el poeta que realmente es como si hubiera estallado una nueva estrella inesperada porque realmente la eclosión fue furibunda.


¿Tú crees que en esa etapa de narrador, los temas básicos, los temas fundamentales que luego después surgen o se abordan en su poesía, estaban presentes?

Estaban allí, sobre todo lo más esencial que es la sensibilidad hacia el prójimo. Esa sensibilidad un poco evangélica que demuestra cuando habla de la gentes más desfavorecidas, mirando al prójimo con amor, con preocupación, también una visión que después llevará a los versos sobre su concepto de democracia o cómo influye la política o el sexo, a veces el sexo homosexual . Todo ello se filtra tenuemente en sus narraciones, digamos que son gotas que va dosificando en su prosa y que después adquirieren forma poética. Pero, efectivamente, todo viene de ahí, viene de su observación. Whitman sobre todo es un andariego y un observador, esas dos cualidades, la de recorrer su ciudad, la de recorrer Long Island donde nació, la de ir por todos los barrios de Nueva York, también él va a visitar el sur en un momento dado con uno de sus hermanos, ese andariego y ese observador es lo que al final marca después la poética de Whitman cuando él explota con “Hoja de hierba”.


Tú hablas de empatía y compasión como los elementos fundamentales de su mirada poética.

Si, tanto como para sí mismo como para los demás, es decir él se ama a sí mismo, como dice en su propia poesía, ama cada parte de su cuerpo, detalla los miembros de su cuerpo y lo importantes que son, incluso las partes que serían más pudendas en aquella época y por lo tanto quiere a los demás y los quiere sin ningún género de dudas, sin ningún género de frontera, raza, religión, edad o clase social. Eso le lleva a una empatía jesuítica absoluta, ama al prójimo en toda su dimensión y en todas y bajo cualquier circunstancia, y esa empatía al final lo que va a hacer es que se sienta difusor de un Evangelio moderno en el que la Iglesia organizada no tendría cabida, en el que cada uno de nosotros somos Dios de alguna manera, eso al final va a traducirse no solamente en sus versos más personales sino después, cuando publique los poemas que tienen que ver con la Guerra de Secesión, en una conducta de empatía extrema porque se convertirá en cuidador de un montón de heridos y moribundos.


Algunos han calificado de acentuado el egocentrismo de Whitman. Rafael Cadenas dice: “Whitman se canta a sí mismo como hombre no como ego”. ¿Estarías de acuerdo con esta afirmación?

A un poeta que habla de sí mismo, que se autoensalzó en muchísimas ocasiones, lo más fácil sería reprocharle que es un narcisista, un ególatra, pero lo que sucede es que se conoce muy bien, sabe la fuerza de su literatura, la fuerza de su voz, la de sus principios morales, espirituales y por lo tanto, efectivamente, va a cantar al hombre en general mediante digamos su deidad interior, porque él amándose ama a los demás, por lo tanto es un egocentrismo muy relativo. Lo que hace es mirarse para mirar al otro.


Esto se relacionaría con lo que explica su biógrafo Bucke sobre su conciencia cósmica.

Exactamente. Trascendentalistas como Ralph Waldo Emerson, cuya filosofía tanto le influyó, o como Henry David Thoreau sostienen que cada uno somos Dios de nosotros mismos y participamos de todo un cosmos, que somos importantes cada uno de nosotros y estamos en conexión con la naturaleza, con el más allá cósmico y cuando Bucke y otros autores lo relacionan con eso es sobre todo para desarrollar la cuestión “del engrandecimiento del hombre y la elevación de alma”. Lo que hace Whitman es decirnos que nuestra alma es grande, es universal, es infinita y que nos comunica con todo lo viviente, por eso para él es tan importante una brizna de hierba insignificante como el planeta más grande del universo.


Su voz poética es única y sin complejos.

No se ha escrito nada antes cómo lo que hace Whitman. Él descarta la rima, busca el verso largo, a veces gramáticamente cuestionable, hace una máxima celebración del “yo”. Utiliza un lenguaje absolutamente controvertido para la época porque usa el lenguaje coloquial, neologismos, incluso extranjerismos, usa palabras que podrían ser malsonantes, cita sin pudor partes de la sexualidad masculina y femenina; es decir, lo que hace es estallar sin tapujos y no es de extrañar que los autores más académicos o menos tolerantes a cosas nuevas dijeran que un cerdo podría escribir mejor poesía que él por ejemplo, insultos así y aún más graves. Solo algunos autores que iban más allá de lo establecido, el caso de Emerson, el caso de Thoreau y pocos más, empezaron a venerar a Whitman porque sabían que su voz era un estallido que iba más allá del género, porque casi inventa un género nuevo por así decirlo, dentro de la poesía.


Uno de los comentarios que hace una de las traductoras de “Hojas de hierba”, Villar Raso, dice que una literatura democrática verdadera requería no solo una revolución en el contenido sino también en las formas.


Si, hay que considerar que Whitman, para quien la palabra democracia es absolutamente fundamental en cualquier contexto, considera que precisamente la literatura también ha de regirse por esos cánones de multiplicidad, de tolerancia, de abertura de miras y todo lo que no sea así ataca a la democracia, que precisamente es el respeto al prójimo, la libertad y esos valores que querían fundar y propagar en Estados Unidos. Ya desde el comienzo Whitman, que no es político, que no tiene un pensamiento político, a la vez es esencialmente político en el sentido de que lo democrático, es decir la pluralidad y el respeto, vivenciales, lo lleva a la poesía y es uno de los valores que después va a desarrollar en su última poesía y también en los poemas que tienen que ver con la Guerra de Secesión.



Hay un comentario que me pareció muy interesante y clarificador que hace Moda cuando dice que no es un libro metafórico y que su canto, y esto me encantó, es un ofertorio, “un ofrecer lo que ve y un ofrecerse a sí mismo”.


Está bien definido. Whitman es un mal poeta convencional obviamente, no desarrolla los tropos literarios habituales, los recursos más socorridos de la poesía, no es un poeta metafórico en absoluto, por eso hablo de un Whitman anti literario. Lo que él hace es, a partir de esa vena de observación tan acusada que posee, ofrecerse a sí mismo, ofrecer su alma, su pensamiento, su espíritu y ofrecer lo que ve. ¿Y qué es lo que ve?, al prójimo, a la persona que sufre, a una población cercana, a una población lejana, no viajó apenas, solamente un poco a Canadá, pero ofrece lo que ve y sobre todo la sensación de humanidad, la sensación de celebración vital que proporciona al lector para que los lectores se hagan eco de eso y, además, le sigan, sean sus ratones de Hamelin, sus apóstoles.


Una religión del cuerpo y del alma, del feminismo y del sexo.


Es un revolucionario, aparte de en las formas, en el fondo. Por eso va a hablar del sexo, va a hablar del lesbianismo, de la homosexualidad en general. Va a tocar esos temas que no eran tratados, es el fundador de una nueva manera de ver las cosas, él es una iglesia en sí mismo, una religión, para él lo importante es la fe y ¿qué es la fe en ese sentido?, no es la fe religiosa convencional de una iglesia, es la fe en la vida, es la fe en lo que somos capaces de hacer, es la fe en el amor en mayúsculas inmensas. Esa fe es lo que lo convierte en una iglesia, por eso recalco a veces lo de jesuítico porque él es un Jesús moderno, es alguien que con su ejemplo, no solamente con su poesía sino con su ejemplo vital de ciudadano, de vecino, de hijo, de hermano, elabora este tipo de actitud que hace que al final lo religioso sea un concepto que tiene que ver con los valores que nos damos para movernos en este mundo, que es una religión casi laica pero que tiene este estandarte que es Whitman al que muchos elevaron a categoría de idolatría porque lo consideraban una especie de faro, de Dios moderno para una nueva modernidad que impulsaron en los Estados Unidos de aquella época.


Cuando habla del cuerpo y del alma, dice que lo único sagrado es el cuerpo. Y le da mucho valor a la maternidad.


Sí, es verdad. Encontré eso que era realmente conmovedor, cómo incidía en la importancia de las mujeres, cómo en algunos casos había denunciado las condiciones, por ejemplo, de las casadas con hombres alcohólicos y todo lo que sufrían, y claro, establece que partimos de la base de que nacemos y esa oportunidad solo se presenta gracias a las mujeres, por tanto si alguna figura humana idolatra es precisamente la de la maternidad, a lo naciente. Whitman va siempre al origen de las cosas, hacia ese pedazo de materia que se puede convertir en un árbol, en un planeta, en un ser humano, va siempre a lo pequeño, va al embrión, va al espermatozoide, porque es en potencia lo que todos podemos ser y todo lo que podemos ser es infinito y lo que no podemos hacer es ponernos fronteras a nosotros mismos ni límites por ello es el poeta de lo ilimitado, el poeta que nos dice que no tenemos límite para nada y que desde lo más insignificante en el vientre de nuestra madre, podemos ser lo más grandioso que es el ser un poeta que realmente sea un modelo de vida para los demás.


Uno de los apartados de tu libro lo titulas “El camarada anti literario”. Su modo de hacer literatura ¿se podría calificar de anti literario?


Sí, hablo de eso porque él va en contra de lo establecido, además se jacta de que no va con intelectuales, presume de que tiene trato con los conductores de buses o de los ferris que son analfabetos y se pone a hablar con ellos, dice que tiene trato en las tabernas de los alrededores, tiene trato con la gente de a pie y rechaza al intelectual, aunque está en medios literarios y en los medios de comunicación neoyorquinos, por lo tanto ahí encontramos una contradicción. Él no es un literato, es un hombre que escribe, que da voz a su pálpito poético, a su instinto vital, pero se aleja por completo de la literatura y de todo lo establecido. Es imposible que entrara en una Academia o que diera conferencias, no tiene ese perfil y por tanto en ese sentido es totalmente un poeta por así decirlo anti literario, aunque suene a contradictorio.




Él se refirió en algún momento a las tres fuentes principales de su poesía, de toda su obra: la herencia paterna, la materna y luego como tercera fuente, la experiencia, sus viajes, ese deambular, ese relacionarse con la gente, y todo lo vivido evidentemente, como lo que aconteció a lo largo de la Guerra de Secesión con todas las consecuencias que tuvo y el papel que él jugó. ¿Serían esos los tres elementos fundamentales?


Exacto, nunca menciona lecturas. Yo digo en el libro que no podemos imaginarnos a Whitman leyendo un libro. Nos miente, seguro, cuando dice que recitaba a Homero en la playa o que se ponía a leer en el bosque cuando era joven, él no está aquí para leer, no puede “perder el tiempo leyendo a los clásicos o a sus contemporáneos”, tiene demasiada fuerza vital, tiene que andar demasiado cada día, tiene que mirar demasiado cada día como para bajar la vista hacia un libro. También en eso es un anti literato, es un poeta que no lee y cuando nos habla, porque lo hace, de autores clásicos y tiene opinión de ellos, yo estoy completamente seguro de que era una opinión muy sesgada, de lecturas breves, muy puntuales, que él explota para darnos la sensación de que ha leído. Su aprendizaje es la calle, es el ferri cuando va de isla en isla, cuando se mete en un tren y habla con la gente más corriente, la experiencia de vida de su padre que construía casas y después las vendía, por eso a veces cambiaron de lugar de residencia, la importancia de la madre como eje vertebrador, sus hermanos a los que cuidó mucho. Tuvo que asumir muchas responsabilidades familiares. Tiene demasiadas experiencias como para decir que la literatura ha sido su fuente. Al leer “Hojas de hierba” vemos que no se parece a nada, a ninguna lectura.


¿Qué papel jugó, qué impacto que tuvo en su vida y en su obra la Guerra de Secesión y su participación en ella ayudando a la gente en los hospitales?


Se ha de entender a este Whitman que va a la guerra partiendo del comienzo, del Whitman narrador y periodista porque en esta época de juventud él se solidariza con la gente que lo pasa mal y cuando llega el acontecimiento señero de Estados Unidos, la guerra, no se queda en su casa escribiendo o mirando las cosas a distancia, se implica por completo y lo hace de manera tremenda, heroica, por eso un crítico literario americano ha dicho que el héroe nacional por antonomasia es Walt Whitman. Y también tiene esta doble vertiente, como siempre la humana, yo ayudo al compañero herido, yo ayudo a la persona que lo pasa mal, yo cuido, yo soy paternal y, por otro lado, esta vivencia precisamente es mi lectura de la vida, es el libro de la vida para mí y por lo tanto eso lo voy a llevar a mi obra, y a partir de ahí voy a escribir “Redobles de tambor”, que es su gran libro sobre la Guerra de Secesión. Esos poemas podían perfectamente referirse a cualquier guerra actual porque tienen la fuerza y el lamento del joven muerto o del padre que va a enterrar a su hijo soldado de 19 años.




En “Redobles de tambor” hay un cambio importante, ya no puede celebrar únicamente la vida cuando está viendo o ha visto gente joven que muere. Eso tuvo que causarle un impacto muy importante.


Absolutamente. Yo recomiendo mucho, además, las crónicas que tiene de cuando estuvo en la guerra, crónicas de lo que estaba viendo, de los soldados muertos, de situaciones de personas que estaban doloridas en sus camillas, que morían a veces por la mala higiene de los hospitales de campaña más que de las heridas propiamente. Ello le causa un impacto brutal. Niños de 18 años que vienen del analfabetismo del interior de los Estados Unidos, chavales que aún no han empezado a vivir y se le mueren delante. Él escribe cartas de consuelo a sus familias porque considera importante que su padre o su madre sepan cómo vivió sus últimos momentos. Su dedicación al prójimo le saca un poco de sí mismo, efectivamente, ya no puede celebrarse a sí mismo pero puede celebrar “la vida de los demás” homenajeándoles en su muerte, por lo tanto “Redobles de tambor” también es un canto a todos esos jóvenes que tuvieron una vida por vivir y que desgraciadamente la perdieron, pero él se siente muy orgulloso, incluso lo dice, se siente muy orgulloso de haber estado allí porque ha sido el cronista de eso y gracias a él todos esos jóvenes han podido tener un homenaje.


Hablas en tu libro de “almas afines” a Whitman, de Emerson fundamentalmente y de Thoreau, y luego de Mark Twain. En relación a Emerson me gustaría que explicaras mínimamente lo que es el trascendentalismo, es decir ese movimiento que estaba encabezado por ese autor.


Emerson no es un filósofo estándar y por eso no lo encontraremos en las historias de la filosofía al uso sino que es un pensador que va más allá de una filosofía abstracta y sistemática, que se aleja de las doctrinas eclesiásticas y toma elementos del espiritualismo y los lleva a la vida corriente. Dio una conferencia en Harvard, en la Facultad de Teología, que puso muy nerviosos a los asistentes, a la gente de Harvard, porque proclamó que cada uno de nosotros somos Dios, algo que era casi una blasfemia para ellos y lo apartaron durante 30 años de esa Universidad. A esto se le llamó trascendentalismo, que no es un movimiento sino una manera de concebir la vida, concebir que somos entes espirituales y que estamos siempre comunicados entre nosotros y con la naturaleza y con esa deidad que podemos ponerle el nombre que queramos pero tenía que ver con el instinto, con la purificación y efectivamente con la inmortalidad. Emerson es eso. Emerson influye mucho a Whitman, de hecho elaboré un estudio comparativo entre ellos y hay muchísimas cosas de Emerson que podía haberlas firmado Whitman y Whitman podía haber firmado muchas de Emerson, en ese sentido son almas afines. También con Thoreau, porque Thoreau es un autor que mira hacia la naturaleza y hacia sí mismo y encuentra la manera de vivir con unos principios básicos de tolerancia, de respeto, de libertad, que va en contra de las leyes establecidas y que pone sobre todo en solfa que no somos personas ni trabajadoras ni consumistas ni legislativas, somos seres humanos, somos mucho más que solo eso que la sociedad nos impone. Y Mark Twain lo que hace también es revolucionar la narrativa, coge asuntos desde el punto de vista juvenil y los traslada a una narrativa de adulto y usa un lenguaje coloquial y capta la esencia del negro americano, es decir hace muchas cosas nuevas, sin tapujos, sin pudor muchas veces, con mucha valentía, también él recibe muchísimas críticas y en ese sentido es muy afín también a Whitman, dos personas que revolucionan la literatura americana y que se enfrentan a lo que no era habitual, a lo innovador y a la gente que precisamente no toleraba ese tipo de innovaciones.


El ensayo de Emerson “Confianza en sí mismo” y el Poemario de Whitman “Canto de mí mismo” podrían ser títulos intercambiables”.


Si. La obra de Emerson es fascinante, Harold Bloom dice que la religión americana por antonomasia es la autoconfianza y el propulsor de esa religión es Emerson. Whitman después se irá alejando, primero se jacta de ser su amigo y de que Emerson lo admire y después buscando esa voz independiente y única, se irá alejando de Emerson y será un poco contradictorio, se hablará de que no, que no era tanta la influencia que tuvo de él, que ni siquiera lo había leído cuando empezó “Hojas de hierba”, bueno, mareará un poco la perdiz en ese sentido, pero lo cierto es que Emerson era el faro de Estados Unidos desde el punto de vista espiritual e intelectual.


Hemos hablado de la guerra y, por otra parte, de su legado de entusiasmo y alegría que es todo un arte de vivir.


Whitman sabía que su legado era atemporal, era para el presente, era para el futuro. Lo ideal sería recoger ese legado porque ya tenemos esos textos, sus consejos para vivir, simplemente hay que saberlos recoger y leer, porque es una obra directa, fácil de entender, que nos apela a nosotros, que es universal. Él lanza su voz a todo el mundo, es atemporal porque el amor, el respeto, el sexo, la bondad, son asuntos infinitos que no tienen tiempo ni lugar. Y aquí entra también la otra parte, la más compleja: el ser humano ha de querer verse por dentro y buscar una manera de ser, una manera de estar. Es muy útil acogerse a autores que nos dieron la pauta. Lo tenemos muy fácil si vamos a esos autores del siglo XIX o a otros muchos como Montaigne, por ejemplo, del siglo XVI, así nos evitamos libros de autoayuda y cosas extrañas que realmente lo que hacen es marearnos y no ir a la esencia, que es lo que decía Thoreau cuando se refugió en su casa durante dos años, una casa que él construyó frente a la laguna de Walden, pues no quería morirse sin haber sabido las cosas esenciales de la vida. A veces esas cosas esenciales eran simplemente mirar hacia la laguna y dejarse llevar por la imaginación y por la observación.


Una última pregunta, ¿qué nos dice Walt Whitman en estos tiempos difíciles del Covid-19 a los ciudadanos de estas primeras décadas del siglo XXI?


Lo que puso en práctica de manera increíble cuando pasaba noches enteras cuidando a moribundos: el sacrificio, sacrificio personal. El que algunos pueden tildar de egocéntrico, de mirarse a sí mismo, se dio a los demás para cuidar desconocidos, para jugarse la vida ante la posibilidad de un contagio. Dar la vida por el otro sin dudarlo, sin límites, sin cuestionar nada, ese sacrificio de mirar al otro y preocuparse por él, sea quien sea, es un ejemplo a parte de jesuítico, evangélico y cristiano, insuperable. No encuentro otro ejemplo mayor para una época como la nuestra que ese, amarnos a nosotros mismos y cuidarnos y a la vez cuidar a los demás y hacer un sacrificio que muchas veces no nos gusta pero que es requerido por la salud comunitaria o por el bienestar de todos. Nos deberíamos quedar con su palabra, así que yo creo que más que nunca Whitman no es solamente el poeta sino la voz del siglo XXI para vivir en armonía con nosotros mismos y con los demás.


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